miércoles, abril 04, 2012

DESARROLLO = ¿FUTURO?

En el análisis del desarrollo, la primera idea que se plantea es la necesidad de buscar una mejor calidad de vida para la sociedad. Para ello, se recurren a soluciones de orden económico, social, político, tecnológico o cultural. El buscar es una acción del presente que se proyecta a un futuro; dependiendo del enfoque, podrá ser concebida como una linealidad que se dirija a una situación única o podrá enfrentarse a las diversas posibilidades de la realidad. En la primera opción, la realidad se enfrenta a la certeza de la existencia de un futuro único y, en la segunda, es la incertidumbre que proporciona múltiples respuestas a la sociedad.

Galo Adán Clavijo (mencionado por F. Mojica en "La prospectiva, técnicas para visualizar el futuro") sostiene que las teorías que pretenden explicar el desarrollo se pueden agrupar en dos: las teorías del equilibrio y las teorías del conflicto.


En las teorías del equilibrio, al menos encontramos tres enfoques: 1) El evolucionismo, afirma que las transformaciones en la sociedad se darán en la medida que se provoquen cambio continuos; 2) El positivismo (Comte-Durkheim), dice que para que el cambio social sea aceptado debe ser medible y observable; por tanto, todo lo que no pueda ser medido y observado no puede ser considerado cambio y 3) El estructural-funcionalismo (Spencer-Levi Strauss-Parsons-Malinowski), propone que el desarrollo debe ser visto y analizado como un sistema.


En tanto, las teorías del conflicto, tiene dos enfoques: 1) El marxismo hegeliano y el neomarxismo (Althusser-Marcuse-Lefëvre) propone que el cambio se dará cuando se resuelva la contradicción dialéctica en la que se encuentran las clases sociales; para ello, se impulsa la lucha de clases y, 2) La doctrina social de la iglesia, dice que a partir de la práctica de la caridad que propone el evangelio se podrá lograr el bienestar de la sociedad.

Por otro lado, el francés Edgar Morín parte de la afirmación de que la realidad no es simple y que en ella se encuentran elementos interconectados, que se pueden explorar nuevos mundos con nuevos esquemas mentales que permita entender lo vivo y la vida. Para comprender la realidad, Morín plantea que hay dos tipos de pensamiento: el simplificador y el complejo.


Morín plantea que en el pensamiento simplificador se pueden distinguir cuatro principios: 1) La disyunción, aislar los objetos de su entorno convirtiéndolos independientes de los otros elementos, sin que exista conexión alguna; 2) La reducción, que tiende a explicar la realidad desde uno de sus elementos que se comparten como pieza de una maquinaria; 3) La abstracción, explica y establece la realidad a partir de leyes generales que desconocen las particularidades y, 4) la causalidad, ve la realidad como una serie de causas efecto, como si fuese una trayectoria lineal.
El pensamiento complejo parte de la premisa de que, a la realidad se la debe entender, estudiar, interpretar, analizar en los marcos de sus relaciones con el entorno. Al menos se pueden anunciar tres principios: 1) El dialógico, que no parte del enfrentamiento entre elementos, más bien se preocupa de la complementación y coexistencia de los antagónicos, de los contrarios, orientados a propósitos mayores; 2) La recursividad, a diferencia de la causalidad del pensamiento simplificador, propone una sucesión entre una efecto que se vuelve causa y, esta causa, se vuelve efecto para convertirse nuevamente en causa; la siguiente causa está germinando en el efecto y el siguiente efecto está en la causa y, 3) El hologramático, que ve las partes en el todo y el todo en las partes, no hay una distinción entre el todo y las partes.

¿QUIÉNES SOMOS? ¿QUÉ BUSCAMOS?

Para Latinoamérica, en el nuevo escenario global en el que se vive, se percibe un tensionamiento entre la homogenización cultural y la diversidad cultural, entre la imposición cultural de los países centrales frente a la resistencia de las culturas originarias. Hoy se vive este tensionamiento que busca un desenlace favorable a favor de las múltiples identidades que modifique el escenario de tensión entre absorción y uniformidad hacia uno de renovación cultural de las identidades.

Cuando nos preguntamos ¿Quiénes somos? se precipita una otra pregunta ¿Quiénes son ellos? La identidad cultural de los pueblos Latinoamericanos se afirma en la diferencia con unas otras identidades. Los rasgos propios, con fuertes raíces étnicas, frente a las raíces de dominación anglo-sajonas. En esta diferencia se debe reconstruir la nueva imagen para construir un futuro propio, un futuro que permita responder a la pregunta ¿Qué buscamos? y respondida con otra pregunta ¿Será nuestro propio desarrollo?

En esta búsqueda, el horizonte se encuentra el "Vivir Bien" boliviano y el "Buen Vivir" ecuatoriano, enraizadas a sus culturas originarias que tratan de modelar una propia concepción de calidad de vida como la misma vida. Si lo que está en juego es la vida misma, entonces, lo que debe transformarse es el fundamento mismo del proyecto imperante; porque este ya no promueve, ni produce, ni procrea transformación alguna (Bautista, 2010).

Siguiendo a Bautista (2010), el "Vivir Bien" es el horizonte que da sentido a nuestro caminar. Recuperar un horizonte de sentido propio no es un volver al pasado, sino recuperar nuestro pasado, dotarle de contenido al presente desde la potenciación del pasado como memoria actuante.

Como corolario, ¿Será el Vivir Bien un modelo de desarrollo que se acuña desde Latinoamérica?

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